Notes
Primera carrera de montaña y si esta es de las suaves no me quiero imaginar como deben ser las de verdad.
Todo la carrera junto a Emilio, que era su tercera participación, y como le debe resultar muy suave va tirando fotos por el camino para que le resulte más dura con los cambios de ritmo :)
Hacía bastante frío, no tanto por la temperatura en sí (en el pueblo unos 8º) como por el viento y la humedad de la niebla.
La carrera comienza directamente con una cuesta, porque para qué se va a andar con tonterías, así que desde el primer metro empiezas a pensar que qué narices se te ha perdido por allí. Por si eso no es suficiente una niebla cada vez más densa acompaña hasta la cima y más allá, o eso creo, porque ver lo que se dice ver no ví nada.
Antes de llegar a la cima hay una cuesta de la que ya me habían hablado, la habían bautizado como la "cuesta de su pxta madre" y sí, era sin dudarlo la "cuesta de su pxta madre, de la pxtísima trinidad y de todos los prostíbulos del pais" porque joxer con la cuesta, ni correr, ni andar, practicamente se subía durante unos dos kilómetros a cuatro patas.
Una vez arriba no había quien parara, había un puesto de avituallamiento pero o te anclabas al suelo o salías volando del viento que hacía, y si permanecías más de dos minutos quieto las estalactitas empezaban a crecer alarmantemente desde la nariz, así que tras comer un trozo de naranja (más bien helado de naranja) y posar para una foto (muy contento porque con la niebla no se me reconocía) nos lanzamos a la bajada con una visibilidad reducida a unos pocos metros por delante de nuestras zapatillas.
La bajada tampoco fue muy fácil, había que ir frenándose porque como te dejaras llevar podías acabar rodando hasta abajo, y encima las ráfagas de viento te movían de un lado para otro. Cuando ya se levantó la niebla se llegó a una zona mejor para correr pero ahí empezaban los falsos llanos (que no se por qué los llamábamos así cuando realmente eran cuestas para arriba), así que alternando el correr con el caminar llegamos hasta el pueblo donde nos esperaban los últimos restos de caldo y empanada, verdadero motivo por el que nos embarcamos en esta movida.